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Aves marcadas con GPS revelan cómo reducir accidentes con aeronaves

Las colisiones entre aves y aeronaves causan anualmente pérdidas millonarias para las compañías aéreas y, en el peor de los caos, implican la pérdida de vidas humanas. Ello supone una enorme preocupación para las autoridades de aviación civil, que buscan cómo reducir la probabilidad de un encuentro fatal entre aeronaves y aves. 

En España, desde el año 2000 han ocurrido 12 colisiones que provocaron el derribo de la aeronave acarreando 15 víctimas mortales. Aunque muchas especies de aves pueden chocar con aeronaves, en estos accidentes graves solo estuvieron implicadas tres especies: buitres leonados y negros y cigüeñas blancas. En todos los casos las aeronaves eran de pequeño porte (avionetas, ultraligeros, planeadores etc.). Además, todos los incidentes se produjeron fuera de espacios aeroportuarios aunque la atención pública y de los medios se dirige habitualmente a la aviación comercial y a los incidentes que ocurren en el ámbito de estas instalaciones.

Estas bajas cifras revelan que, en comparación con los millones de vuelos que surcan nuestros cielos anualmente, los accidentes mortales por choques con aves son muy raros, pero sin duda es necesario hacer todos los esfuerzos posibles por intentar reducirlos. Con esta finalidad, un equipo de investigación científica de dieciséis personas procedentes de centros americanos y europeos y liderado desde la Estación Biológica de Doñana y la Universidad Miguel Hernández, ha estudiado gracias al seguimiento GPS, los patrones de vuelo de buitres y cigüeñas.

En total monitorearon el movimiento de 92 buitres leonados procedentes de cuatro poblaciones españolas, 15 buitres negros de España y Portugal y 103 cigüeñas pertenecientes a poblaciones de Alemania y España. Estos aparatos proporcionaron una ingente cantidad de datos gracias a la cual los investigadores han comprobado como las aves tienen mayor actividad de vuelo en las horas centrales del día (10:00 y las 16:00 horas) y en los meses entre marzo y septiembre. Esto se debe fundamentalmente a que son aves planeadoras que necesita de corrientes térmicas para volar eficientemente por lo que concentran su actividad en los periodos de mayor insolación y disponibilidad de aire ascendente. 

Es entonces precisamente, durante estos periodos, cuando se registran más accidentes graves. Además, los investigadores observaron que, contrariamente a la creencia popular que atribuye alturas de vuelo exageradas a muchas aves, las especies estudiadas pasan la mayor parte del tiempo volando por debajo de los 1300 metros de altura sobre sobre el terreno. "Ello implica que las aeronaves de pequeño porte, que por ley deben volar por debajo de los 900 metros sobre el suelo, se ven obligadas a compartir espacio con buitres y cigüeñas aumentando así el riesgo de choque", explica Eneko Arrondo, investigador de la Estación Biológica de Doñana y autor principal de la investigación.

La aplicabilidad del estudio es manifiesta. Parte de estos resultados ya fue presentada en el 2º Foro de Aviación y Fauna organizado por AESA (Agencia Estatal de Seguridad Aerea) en enero de 2020, donde tuvieron una muy buena acogida entre los expertos del sector.  Según el investigador, "estos resultados no solo pueden ser útiles para un posible cambio legislativo sobre el techo de vuelto de la aviación no comercial, sino que además sirven para emitir recomendaciones claras a los pilotos de en qué periodos tomar medidas preventivas como volar lo más alto posible o hacerlo a baja velocidad para reducir la energía cinética de un posible impacto".  Este trabajo es un claro ejemplo de cómo los estudios ecológicos además de servir para preservar la biodiversidad, pueden tener aplicabilidad inmediata para reducir importantes pérdidas económicas y riesgos para las personas.

Referencia

Arrondo, E., García?Alfonso, M., Blas, J., Cortes?Avizanda, A., De La Riva, M., Devault, T. L., ... & Donazar, J. A. Use of avian GPS tracking to mitigate human fatalities from bird strikes caused by large soaring birds. Journal of Applied Ecology https://doi.org/10.1111/1365-2664.13893