Somos lo que comemos...
Esta afirmación constituye la piedra angular sobre la que se ha desarrollado toda una metodología basada en el análisis de isótopos estables y dirigida a dar respuesta a cuestiones tan dispares como la estructura y el funcionamiento de las comunidades biológicas, los patrones migratorios de especies o poblaciones, o el estudio del impacto de los vectores del cambio global sobre los ecosistemas.
¿Qué es un isótopo estable?
Los isótopos estables son átomos no radioactivos de un determinado elemento químico que tienen el mismo número de protones pero difieren en el número de neutrones. Por ejemplo, el carbono normal (o ligero) tiene un peso atómico 12, con 6 neutrones, y 6 protones (12C), pero también hay átomos estables de carbono con un neutrón más, y peso atómico 13 (13C). La abundancia relativa del isótopo pesado respecto del ligero (e.g. 13C/12C) recibe el nombre de traza o firma isotópica y se representa en notación delta (d) por medio de la relación de esta proporción en la muestra, respecto a unos estándares internacionales, expresando los resultados en tantos por mil (‰).
Varios procesos biogeoquímicos dan lugar a variaciones espacio-temporales en las concentraciones isotópicas de los niveles tróficos basales. A su vez, estas diferencias se transmiten a la largo de las cadenas tróficas de una forma predecible. Por ello, las aproximaciones isotópicas son una herramienta especialmente útil a la hora de trazar el flujo de materia y energía en ecosistemas naturales.